martes, 25 de septiembre de 2012

Viajar despeja la equis...


“Viajar despeja la equis para que resuelvas la ecuación”. Me lo digo a mi misma, medio entre consuelo y argumento para que mis ganas de irme a dar una vuelta no suene a berrinchito de preescolar. No es que tenga que explicarlo, es que cuando todas mis amigas, las de mi edad, estaban de viaje por el mundo, yo estaba acá tratando de poner las cosas en orden.

Tengo 28 años, recién cumplidos y llevados con alegría. Todavía no uso cremas con retinol, ni me animo a la presoterapia, creo que con comer un poco sano y salir a correr después de una noche de reviente bolichero, aún compenso.

Mis amigas quizá tampoco usen anti-arrugas pero hacen cosas de grandes. Tal vez porque ya despejaron la equis que le resolvió su ecuación o porque son más corajudas y se animaron a tomar decisiones aún con algunos miedos y dudas a cuesta.

Todavía no sé cuál es mi equis, ni si viene sola o está acompañada de la zeta o de la doble ve. Pero lo cierto es que siento que hay, al menos, una equis que despejar para resolver mi ecuación, que necesito aislarla para conocerla bien y entender qué significa para mí.

Así que armo mi valija, pongo un par de cosas de media estación, me enquilombo con mil trámites que me dan una fiaca terrible y allá voy.

No huyo. Dejo avisado mi itinerario y con quiénes voy a estar para que se queden tranquilos. Voy a estar bien, segura y acompañada. No llevo muchas anotaciones hechas, sólo un par de lugares marcados en un mapa con sus horarios de partida y de llegada y algún medio de comunicación para que me puedan contactar. 

Ya no desaparezco, ya no necesito dejar a nadie con el corazón en la boca para demostrar mi punto. Crecí, aunque me esté explorando a mi misma en otro lugar y en poco tiempo.

Me voy con muy buena compañía: amigas a las que quiero, personas a las que extraño, un libro que me ayude a hacer silencio y música que me haga acordar otros lugares y momentos significativos para mi. También llevo una mochila llena de expectativas y de ilusiones prefabricadas que no espero que se cumplan. Quedaron guardadas algunas piedras del pasado que pienso tirar al agua esperando que hagan sapito, quizá en el Sena, tal vez directamente en el mar.  Y guardo a mano mi cuaderno que me regaló mi amiga Agus, en el que voy a escribir lo que descubra en cada lugar, lo que recuerde, lo que sueñe, lo que proyecte.

En Buenos Aires tengo miedo a mi mente poderosa, por eso sólo deseo lo que me parece lógico y planifico aquello que puedo encasillar y controlar. Todavía me duele la panza cuando se presenta algo serendipity style

Supongo que estando lejos me voy a animar, voy a jugar, voy a probar. 

No pienso volver muy cambiada, solo más liviana y despejada para que nos volvamos a encontrar desde otro lugar. 

Nos vemos a la vuelta.




lunes, 3 de septiembre de 2012

Siete


En septiembre se cumplen siete años. No es nada. Son maldiciones, bendiciones, es la vida.

Son siete años menos para volvernos a ver.

Siete años de cuentos de hadas y de dragones que escupen fuego.

Siete mil besos, abrazos, te quiero.

Siete mil promesas de soltarte, pero todavía no se si puedo.

Siete silencios después de un viaje por seis infiernos.

Siete es un número de buena suerte, es redondo, es perfecto. Cinco son de mala suerte, de bronca y de enmudecimiento.

Siete son los ángeles que te acompañan, cuatro los parientes muertos.

Siete son un montón de palabras que sobran en este "te quiero". Tres son los "te extraño mucho" que siento en varios momentos. Tres es el día, el único en el que no te recuerdo.

Siete son los pasos más largos después de hacer el duelo. Dos los llantos pelados después de tu entierro.

Siete las sonrisas y revanchas, los recuerdos y los anhelos. 

Una es la vida, la tuya, la que recordándote así no me pierdo.


6 de septiembre de 1.956 - 3 de septiembre de 2.005
Near you always