“Viajar despeja la equis para que
resuelvas la ecuación”. Me lo digo a mi misma, medio entre consuelo y argumento
para que mis ganas de irme a dar una vuelta no suene a berrinchito de
preescolar. No es que tenga que explicarlo, es que cuando todas mis
amigas, las de mi edad, estaban de viaje por el mundo, yo estaba acá tratando
de poner las cosas en orden.
Tengo 28 años, recién cumplidos y llevados con alegría. Todavía no uso cremas con retinol, ni me
animo a la presoterapia, creo que con comer un poco sano y salir a correr
después de una noche de reviente bolichero, aún compenso.
Mis amigas quizá
tampoco usen anti-arrugas pero hacen cosas de grandes. Tal vez porque
ya despejaron la equis que le resolvió su ecuación o porque son más corajudas y
se animaron a tomar decisiones aún con algunos miedos y dudas a cuesta.
Todavía no sé cuál es mi equis,
ni si viene sola o está acompañada de la zeta o de la doble ve. Pero lo cierto
es que siento que hay, al menos, una equis que despejar para resolver mi ecuación, que necesito
aislarla para conocerla bien y entender qué significa para mí.
Así que armo mi valija, pongo un
par de cosas de media estación, me enquilombo con mil trámites que me dan una fiaca terrible y
allá voy.
No huyo. Dejo avisado mi
itinerario y con quiénes voy a estar para que se queden tranquilos. Voy a
estar bien, segura y acompañada. No llevo muchas anotaciones hechas, sólo un
par de lugares marcados en un mapa con sus horarios de partida y de llegada y
algún medio de comunicación para que me puedan contactar.
Ya no desaparezco, ya no necesito dejar a nadie con el corazón en la boca para demostrar mi punto. Crecí, aunque me esté explorando a mi misma en otro lugar y en poco tiempo.
Ya no desaparezco, ya no necesito dejar a nadie con el corazón en la boca para demostrar mi punto. Crecí, aunque me esté explorando a mi misma en otro lugar y en poco tiempo.
Me voy con muy buena compañía: amigas
a las que quiero, personas a las que extraño, un libro que me ayude a hacer
silencio y música que me haga acordar otros lugares y momentos significativos
para mi. También llevo una mochila llena de expectativas y de ilusiones
prefabricadas que no espero que se cumplan. Quedaron guardadas algunas piedras
del pasado que pienso tirar al agua esperando que hagan sapito, quizá en el Sena,
tal vez directamente en el mar. Y guardo a
mano mi cuaderno que me regaló mi amiga Agus, en el que voy a escribir lo que descubra
en cada lugar, lo que recuerde, lo que sueñe, lo que proyecte.
En Buenos Aires tengo miedo a mi mente
poderosa, por eso sólo deseo lo que me parece lógico y planifico aquello que puedo encasillar y controlar. Todavía me duele la panza cuando se presenta algo serendipity style.
Supongo que estando lejos me voy a animar, voy a jugar, voy a probar.
No pienso volver muy cambiada, solo más liviana y despejada para que nos volvamos a encontrar desde otro lugar.
Supongo que estando lejos me voy a animar, voy a jugar, voy a probar.
No pienso volver muy cambiada, solo más liviana y despejada para que nos volvamos a encontrar desde otro lugar.