Cuando no es tiempo de hablar es lógico que hable el silencio. Silencio que desgarra y acompleja, que hace rayones, que lima, que abre surcos. Surcos que son un camino por el cual transitar, quizá a la deriva. Surcos que pueden estar secos o embarrados pero que pueden llevar también a destinos de mucha calma.
En el silencio también hay lugares recurrentes, obvios. Lugares que mas que caminos son defensas que limitan pero no protegen. También hay senderos que no fueron construidos con un propósito, pero que están abiertos a disposición de quienes se animen a caminarlos. El destino: misterio.
Los amigos convenidos del silencio acompañan sin guardar distancia. Los miedos, las inseguridades, los fantasmas, voces de otras voces que con sus lenguas venenosas y sus ojos llenos de furia alimentan la angustia y dan de comer a cuenta gotas a la ansiedad. Son íntimos, como todos los malos amigos, porque necesitan estar cerca para agotar y destruir lo que es esencial, para dar en la llaga, para seguir desgarrando el surco.
Abren distancia expulsándote a un territorio lúgubre y frío que aja tu piel y lastima tu alma. Porque en esa distancia te vuelven invisible de a pinceladas, dejándote sin voz, sin centro, sin luz, sin mirada.
Así camina la crisis el inexperto: alejado y solo en su dolor. Desde afuera y con distancia prudente miran los sabios y los buenos amigos que con confianza animal saben que ésto sólo dura un rato, que esto también pasará.
La mente chillona y criticona es compañera fiel pero los sabios no le dan potestad. No la pelean, no la escuchan. No la persuaden. Vuelven cálida a la memoria y alimentan el futuro con buenos deseos porque saben que en mundos acogedores ya no le quedará lugar.
La mente chillona y criticona es compañera fiel pero los sabios no le dan potestad. No la pelean, no la escuchan. No la persuaden. Vuelven cálida a la memoria y alimentan el futuro con buenos deseos porque saben que en mundos acogedores ya no le quedará lugar.
Estos seres, que también caminaron a los golpes, contemplan y simplifican, tomando nota de lo relevante por constructivo y descartando el resto por vacío. Guardan esos papeles con sus aprendizajes en lugares sagrados porque les servirán para dar abrigo y poner a la panza contenta, satisfecha, rechoncha de tanto gusto. Saben que volverán a este lugar y que conviene equiparlo y adornarlo para el próximo encuentro.
Pero dejarán a mano el papel más importante, aquél otro que le recordará cuáles fueron las malas prácticas, los falsos espejos, los amigos que no son tal, los ladrillos que no construyen porque son de cartón y están huecos. Porque a los amigos hay que tenerlos cerca pero a los enemigos más.