jueves, 20 de octubre de 2016

Negrita, la gorda

No tengo ni una sola foto con mi abuela Lala. Ni una de cuando era chica, ni cuando me recibí, ni cuando tuve a mis hijas. No se si fue por su rara relación con mamá, pero no tengo en mi recuerdo esa foto que hoy colgaría en algún lugar de mi casa.

Pero tengo algunos lindos recuerdos, actitudes para valorar y muchas cosas para aprender. 

Mi abuela era re gorda. "La gorda", para algunos, "Negrita" para los conocidos. Se puso miles de kilos encima cuando se murió mi abuelo hace más de treinta años. Cocinaba rico, muy rico. Sus empanadas fritas, de carne bien jugosa, siempre van a estar en el top ten de recetas que no puedo imitar. En su quinta probé por primera vez los bombones de cereza borrachos, en su quinta me raspé los dedos de los pies con el piso de la pileta, en su quinta me cansé de cascar nueces. Las palmeras también me van a hacer acordar de ella. Y los loros.

Mi abuela era muy talentosa. Pintaba como los dioses. Tengo que recuperar ese espejo que me pintó una vez y quedó en lo de mamá. O tengo que dejárselo, por si la extraña. Sus platos pintados a mano, con flores o pájaros, estoy segura que no los voy a heredar, pero pagaría por ellos porque son una obra de arte. Le tejió a Delfi una mantita hecha con cuadraditos de colores de 10x10, que hoy la usa Cata y que la vamos a seguir teniendo cerca. También le hizo un arbolito bordado en fieltro, que podría enmarcar. También se sacó una foto con ella; estaba contenta de ser bisabuela.

Lala, no nos quisimos mucho, pero espero que descanses en paz, que te reciba René, que le tires de los huevos como hubieras hecho estos últimos treinta años. Que hagas tus ricas empanadas de carne. Y que siempre recordemos tu sonrisa de rouge rojo y tengamos bien presente que se muere como se vive, para que no desperdiciemos este regalo tan grande.