Función bárdica del lenguaje,
experiencia vicaria, hermenéutica, fuentes pertinentes, paradigmas inmanentes y
trascendentes, aguja hipodérmica y agenda setting, son algunas de las palabras
que aprendimos en esta facultad. Desde ya que hay muchas otras que no recuerdo,
pero confío en que cuando me reencuentre con ellas me despertarán una sonrisa
(también espero que, alguna vez, alguien les haga marketing y las ponga en un
rollo de cocina o de papel higiénico).
Disculpen si no se nota mi
emoción, hay cosas que no cambian y ser expresiva no es mi fuerte. No porque lo
haya dicho cierta profesora al inicio de esta carrera, es que simplemente soy
así. Por suerte en esta clase que hoy se despide, muchos nos han sorprendido
con sus extravagancias, imitaciones y actuaciones. No solo en momentos de
dispersión sino en realizaciones académicas en las que han desplegado todos sus
dotes artísticos… ciertamente, no fui uno de ellos.
Realmente creo que somos una
clase beneficiada por las circunstancias. No sólo porque fuimos con el Tincho
Grozs sino porque sabemos donde esta Osama Bin Laden. Además sabemos pronunciar
correctamente el nombre de eminencias académicas como Wazlawick o, por que no,
del presidente iraní - aunque teniendo a Gerardo cerca no sé si me animo a
decirlo-: Ahmadinejad, es así, ¿no? Y ahora conocemos países nuevos como La
España Del Bisonte.
En cuatro años, estos profesores
nos enseñaron muchas cosas que son imprescindibles para nuestras vidas. No solo
a escribir correctamente, sino también a hablar. A decir decentemente palabras
como “muslos” y a que la “ye” no se pronuncia ni como se hace en zona norte ni
en zona sur. Cosas vitales para abrir la cabeza. Además, nos impulsaron a ser
creativos mediante el análisis de casos como el de Niyasov, el presidente del
país lejano de Turkmenistán que construyó un palacio de hielo en medio de un
desierto de 50 grados a la sombra. La creatividad en tiempos de crisis es
imprescindible (por no decir que es clave, que es una palabra baúl).
Enfocándonos en nuestro contexto,
sabemos que estamos viviendo tiempos de crisis. Sin embargo, nos animamos a
salir a este mundo con las mismas sensaciones con las que empezamos nuestra
carrera universitaria: ansiedad, miedo, emoción, excitación… aunque algunos
pensemos que entramos totalmente relajados.
Algo que allá en el 2005 era tan
lejano, hoy es realidad, “we did it”. Pero no tenemos que olvidar el camino
recorrido. Los primeros nervios pre-parcial, aun cuando fuera una materia que
hoy subestimamos. La Trimurti. Los primeros esquemas que intentaban explicarnos
el ABC de qué es la comunicación. Esquemas que una vez comprendidos serían
desafiados por el profesor siguiente, léase Luciano Elizalde. Ruido.
Entender los axiomas de la
comunicación, era un todo, un imposible. Ser concientes de ellos en la vida
real, un logro. Ser responsables cuando comuniquemos, nuestro próximo desafío.
Espero no pecar de idealista al
pensar que la comunicación puede hacer de este mundo un lugar mejor. Que en eso
radica nuestra ética, ética que no está en los libros, sino en el contacto y en
la relación que forjemos con un “otro”, tan persona como nosotros. Que
comunicarnos puede ser la gran terapia que le falta a este siglo que acaba de
empezar, aunque no sea la cura de todos los males.
Hoy nos graduamos. Tendremos
nuestros diplomas y podremos quemar el del colegio secundario.
Deseo que nos pasen muchas cosas
que nos muevan tanto hacia el esfuerzo como fue esta facultad. Deseo que
sintamos nuevamente ese revuelo pre-final, donde las horas volaban para después
suspenderse una vez que salíamos de rendir. Deseo que tengamos muchas ocasiones
de festejar y que la imagen que se nos aparezca sea la de nuestro “día de la
espuma”.
Que juntos o separados, en
realidad virtual o personal, en web 2, 3 o 5.0, emprendamos cosas buenas,
solidarias y responsables. Que no haga falta que nos dibujen un barquito de
virtudes para saber que somos virtuosos. Que no haga falta leer autores de
renombre para poder citar con autoridad. Que podamos expresar libremente
nuestra opinión y dejar que otros que piensan distinto también lo hagan,
acercando nuestros horizontes de precomprensión (otra palabra de este librito).
En suma, espero que no perdamos
nuestro impulso y que ese impulso esté bien orientado. Que no nos mareemos
creyendo que nuestra carrera implica cegarnos como los caballos, sino todo lo
contrario, abrir nuestra mirada todo lo que podamos. Si esto no hubiera sido
así, no existiría un grupo de Facebook que quiere conocer a Alcat, ni hablar de
ese otro grupo que se gloría porque estudió con un resumen de Tincho Grozs (que
ya es una eminencia y tiene un himno y todo).
Entonces, seamos agradecidos y
actuemos en consecuencia, “siempre, siempre, siempre”. Somos personas que
tuvimos la suerte de poder instruirnos y esta es la base más profunda de
nuestra responsabilidad con el mundo que nos toca vivir, esto si que K-ve
destacarlo.
Para terminar, quisiera que recordemos
a quienes pasaron por este camino y que hoy ya no están. A cada uno se le
aparecerá un nombre distinto en su cabeza, por eso prefiero no hacerlo
singular. Desde primer año vivimos cosas importantes: noviazgos y rupturas,
accidentes y recursadas, muertes, casamientos y nacimientos… bah, la vida misma
que nos formó tanto o más de lo que esperábamos. Esto también integró a nuestro
grupo a pesar de nuestras aparentes diferencias. Obviamente que había buena
tela para cortar pero, otra vez, nos hizo más “personas”.
Alguien muy sabio me dijo una vez
que si quiero caminar rápido voy a tener que caminar sola, pero si quiero
caminar lejos, me conviene hacerlo acompañada. Para mi estos 4 años dan cuenta
de lo lejos que llegamos y estoy segura de que todavía hay mucho más camino por
recorrer. Espero que lleguemos muy lejos, espero que lleguemos acompañados,
siempre.