martes, 13 de mayo de 2014

La vida y sus viajes

Me gusta viajar por la simple sensación de estar en movimiento. Ver los paisajes, incluso los de las ciudades y cómo se dibujan sus edificios. También disfruto de la naturaleza y descubro en la contemplación algunos secretos que me gustaría escuchar en el silencio bullicioso de mi casa.

Hubo un momento en que no me gustaba. Me generaba una ansiedad casi insoportable, con insomnio y vómitos en los casos más extremos. El avión me daba miedo, el barco agorafobia, el bondi inseguridad y el auto... carne de diván. Se ve que volverme más grande me está simplificando porque ahora le encuentro el gusto a todo esto. Me gusta moverme.

No extraño ni mi cama, ni mi baño, ni los olores de mi casa. Adoro llegar y sorprenderme, aunque a veces sea para mal porque la foto o la descripción amorosa de la dueña del lugar sea un embauque. Amo comer, probar cosas nuevas o las de siempre cocinadas de otra manera. Disfruto caminar, aún cuando sea arrastrando los pies porque me pesan las llantas.

Ya no siento la falta. Y debe ser que la hiperconectividad hace que tampoco extrañe mucho a los que se quedan acá, o no más de lo que los extraño habitualmente. 

Y no me canso de repetir que viajar despeja la equis para resolver la ecuación. A veces, las incógnitas de la vida, se despejan así.

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