miércoles, 6 de marzo de 2024
Carta a quien ya no está
Hoy, después de tanta agonía, me doy cuenta de que no puedo decirte adiós. Se me hace pesado, insoportable, despiadado. Me quita el aire. Te veo, te escucho, te siento, como si fuera ayer que nuestros pies se juntaron para irnos a dormir.
Qué injusto, qué desgarradoramente injusto tener que imaginar que estás ahí en cada minuto de nuestra vida, cuando todos sabemos muy bien que ya no es así.
Todos me miran con lástima. "Ahí va, la desalmada", deben decir por lo bajo. Y si, te llevaste mi alma, de un soplo, esa última vez que tus ojos me vieron como si quisieran retenerme hasta la eternidad. Ahora subo los diez escalones de siempre, pensando que en algún momento se termina tu partido de fútbol y venís a acostarte al lado mío, a tocar mis pies con los tuyos, el toque de queda para irnos a dormir.
Pero no. Todo es frio y silencioso. Las chicas ya no saben ni cómo disimular que les hacés falta, en ese consejo sincero, libre de exigencias, tan conectado con cada una como eras vos. Ellas también te extrañan, lo sé. No dicen nada, pero te extrañan. Lo acarician a Vlac, que se pasa el día acostado al lado de la puerta, esperándote. Las chicas ya no lo pueden ni sacar a pasear porque les dolés. Siguen adelante con sus vidas, van y vienen, pero te extrañan. Deben preguntarse qué hubiera sido de ellas si vos estuvieras presente, alentando, sosteniendo, puteando, cantando canciones de cancha, acá. Pero no estás, aunque yo crea que si, que estás ahí sentado en tu sillón viendo el segundo tiempo de Boca.
Yo te duelo. Todos los días que no estás, los abrazos apretados que no me das, los besos en la frente que me faltan. Estoy enojada todavía, me niego a dejarte ir y te echo la culpa por haberte convertido en mi testigo y confidente, por hacerme creer que podía ser para toda la vida.
"Menos mal", era la respuesta a cada "Te amo" y ¿ya no estás? Así, ¿de un plumazo? ¿O es que, acaso, todo este tiempo fue preparándonos para decirte adiós?
Te extraño, no puedo evitarlo. Me duele la piel de ya no sentirte, como me dolía cada vez que estabas lejos pero me la bancaba, porque rezaba para volver a encontrarnos. Pero se ve que no he rezado tanto y que hacerlo ahora no sirve de nada, porque ya no estás.
Aunque yo esté esperando que subas los diez escalones cuando se termine el segundo tiempo de Boca.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario