Que fea sensación cuando siento que alguien es tan inflexible conmigo que tengo que elongar para no partirme en dos. Me angustia, se me cierra el pecho, se me nublan los sentidos y desearía no tenerme tan prohibida la confrontación.
Cada uno cumple un rol.
El sistema compensa, restaura su equilibrio, sobrevive. Tiene un momento de ajuste, incómodo, lógico. Ese tiempo es de una tensión que a veces no estoy dispuesta a sostener. Es un abismo en el que convivo con la bronca y la impotencia de sentirme tironeada, invadida, esclavizada en mi espacio de libertad.
Elonguemos.
Volvámonos sensibles y cuidadosos otra vez. Pongamos parches tibios que relajen los músculos. Ni fríos ni calientes, tibios.
Eliminemos los fríos y despersonalizados "hay que.." y los calientes "tenes que..." por un tibio, convocador y hogareño "hacemos?", "hago", "voy a hacer", "querés hacer?".
Tibio.
Personalizado, reconfortante, comprometido: a eso le llamo elongar. A eso le digo tratar con cariño y cuidado, en perfecto castellano.
Tolerancia.
Palabra que odio, que la tengo desprestigiada por falsa. Nadie tolera nada, porque eso es semejante a hacerle al otro el favor de dejarlo ser.
Respeto.
Entendimiento, amor y coraje para asumir que yo soy yo y el otro es un otro, distinto, diferente y semejante también.
Acerquemos lo semejante, no pongamos en jaque lo distinto, no ataquemos lo diferente. No repeler al otro ni exigirle que sea a mi medida es compromiso, es respeto, es amor. El resto, las cláusulas, condiciones, manduteadas arbitrarias: tolerancia.
Convivencia ardua esto de vivir con otros, de intentar compartir, de ser y dejar ser sin que te invadan ni violenten. No es moneda corriente, ni extensión de la tarjeta de Papá. No es lo normal, ni lo conocido, ni lo practicado.
En la vida, los "hay que", en el cielo, los "hacemos?", en el infierno los "hacé".