miércoles, 31 de octubre de 2012

Elonguemos

Que fea sensación cuando siento que alguien es tan inflexible conmigo que tengo que elongar para no partirme en dos. Me angustia, se me cierra el pecho, se me nublan los sentidos y desearía no tenerme tan prohibida la confrontación.

Cada uno cumple un rol. 

El sistema compensa, restaura su equilibrio, sobrevive. Tiene un momento de ajuste, incómodo, lógico. Ese tiempo es de una tensión que a veces no estoy dispuesta a sostener. Es un abismo en el que convivo con la bronca y la impotencia de sentirme tironeada, invadida, esclavizada en mi espacio de libertad.

Elonguemos. 

Volvámonos sensibles y cuidadosos otra vez. Pongamos parches tibios que relajen los músculos. Ni fríos ni calientes, tibios. 

Eliminemos los fríos y despersonalizados "hay que.." y los calientes "tenes que..." por un tibio, convocador y hogareño "hacemos?", "hago", "voy a hacer", "querés hacer?". 

Tibio. 

Personalizado, reconfortante, comprometido: a eso le llamo elongar. A eso le digo tratar con cariño y cuidado, en perfecto castellano.

Tolerancia. 

Palabra que odio, que la tengo desprestigiada por falsa. Nadie tolera nada, porque eso es semejante a hacerle al otro el favor de dejarlo ser. 

Respeto.

Entendimiento, amor y coraje para asumir que yo soy yo y el otro es un otro, distinto, diferente y semejante también.  

Acerquemos lo semejante, no pongamos en jaque lo distinto, no ataquemos lo diferente. No repeler al otro ni exigirle que sea a mi medida es compromiso, es respeto, es amor. El resto, las cláusulas, condiciones, manduteadas arbitrarias: tolerancia.

Convivencia ardua esto de vivir con otros, de intentar compartir, de ser y dejar ser sin que te invadan ni violenten. No es moneda corriente, ni extensión de la tarjeta de Papá. No es lo normal, ni lo conocido, ni lo practicado. 

En la vida, los "hay que", en el cielo, los "hacemos?", en el infierno los "hacé".

miércoles, 17 de octubre de 2012

Conquistadores de estas tierras, a sus pies.


Feliz día, mamás.


Conquistan fuerte y a los gritos. Son seguros, eficientes y chiquitos. Ya desde las panzas de sus mamas ganan territorio como si jugaran desde vidas pasadas al TEG.

Por ellos, cambian los reinados. Sus madres que gobernaban las pistas, ceden todas sus características por la sola promesa de un grito pelado a las 4 de la mañana para comer. 

Nosotras, cedemos espacios y dejamos lo que estamos haciendo para correr a conocerlos, poniendo manos sobre panzas que eran chatas y que ahora están llenas de burbujitas o de hipos o de patas que pegan fuerte.

Cada vez que anuncian la venida de alguno de estos conquistadores se me para el corazón. No me entra en el cuerpo que algo que al principio no es mas que una pasa de uva pueda ocupar un lugar tan grande dentro de mi vida, que me haga ir de jeta al piso por sentirme tan cachuda.

Quiero ser bufón de corte de estos conquistadores, sacarles sonrisas, secar sus lágrimas, limpiar sus cagadas. Jugar horas, ganar terreno, aprender de ellos. Estar tan cerca que alguna vez ellos piensen: "de esta quiero ser amiga".

Los voy conociendo y les hablo por telepatía. Les digo que quiero ser amiga para que cuando odien a sus mamas porque no los dejaron salir a la calle a jugar, yo pueda contarles la otra verdad. Sus mamas son perfectas, son mis amigas, son sabias y muy buenas minas.

Son divertidas, pero van a sufrir problemas de memoria porque les va a dar mucho miedo que repitan algunas historias. Son francas y llanas, tienen buen oído y una boca que saca palabras de adentro, bien adentro.

Con ellas ladillamos, con ellas reímos tiradas en el piso, con ellas lloramos las tristezas mas grandes.

Ante estos conquistadores cedo todos mis derechos: el de hablar primero y a los gritos, si ellos están durmiendo, a decir malas palabras, a pretender ser yo a la que le presten atención. También cedo mis territorios y pongo redes para que no caigan en lugares peligrosos.

Regalo mi dignidad, porque estar tirada en el piso hablando como teletubbie del tercer mundo tiene el mejor re pago: sus sonrisas.

Por ellos dono mi mejor tesoro que son mis amigas, que ahora serán antes madres que los amores de mi vida.

Tati, Alfonso, Clarita, Joaquina, el príncipe Felipe y los que vendrán, por ustedes levanto mi copa, por sus madres me rindo a sus pies.

martes, 25 de septiembre de 2012

Viajar despeja la equis...


“Viajar despeja la equis para que resuelvas la ecuación”. Me lo digo a mi misma, medio entre consuelo y argumento para que mis ganas de irme a dar una vuelta no suene a berrinchito de preescolar. No es que tenga que explicarlo, es que cuando todas mis amigas, las de mi edad, estaban de viaje por el mundo, yo estaba acá tratando de poner las cosas en orden.

Tengo 28 años, recién cumplidos y llevados con alegría. Todavía no uso cremas con retinol, ni me animo a la presoterapia, creo que con comer un poco sano y salir a correr después de una noche de reviente bolichero, aún compenso.

Mis amigas quizá tampoco usen anti-arrugas pero hacen cosas de grandes. Tal vez porque ya despejaron la equis que le resolvió su ecuación o porque son más corajudas y se animaron a tomar decisiones aún con algunos miedos y dudas a cuesta.

Todavía no sé cuál es mi equis, ni si viene sola o está acompañada de la zeta o de la doble ve. Pero lo cierto es que siento que hay, al menos, una equis que despejar para resolver mi ecuación, que necesito aislarla para conocerla bien y entender qué significa para mí.

Así que armo mi valija, pongo un par de cosas de media estación, me enquilombo con mil trámites que me dan una fiaca terrible y allá voy.

No huyo. Dejo avisado mi itinerario y con quiénes voy a estar para que se queden tranquilos. Voy a estar bien, segura y acompañada. No llevo muchas anotaciones hechas, sólo un par de lugares marcados en un mapa con sus horarios de partida y de llegada y algún medio de comunicación para que me puedan contactar. 

Ya no desaparezco, ya no necesito dejar a nadie con el corazón en la boca para demostrar mi punto. Crecí, aunque me esté explorando a mi misma en otro lugar y en poco tiempo.

Me voy con muy buena compañía: amigas a las que quiero, personas a las que extraño, un libro que me ayude a hacer silencio y música que me haga acordar otros lugares y momentos significativos para mi. También llevo una mochila llena de expectativas y de ilusiones prefabricadas que no espero que se cumplan. Quedaron guardadas algunas piedras del pasado que pienso tirar al agua esperando que hagan sapito, quizá en el Sena, tal vez directamente en el mar.  Y guardo a mano mi cuaderno que me regaló mi amiga Agus, en el que voy a escribir lo que descubra en cada lugar, lo que recuerde, lo que sueñe, lo que proyecte.

En Buenos Aires tengo miedo a mi mente poderosa, por eso sólo deseo lo que me parece lógico y planifico aquello que puedo encasillar y controlar. Todavía me duele la panza cuando se presenta algo serendipity style

Supongo que estando lejos me voy a animar, voy a jugar, voy a probar. 

No pienso volver muy cambiada, solo más liviana y despejada para que nos volvamos a encontrar desde otro lugar. 

Nos vemos a la vuelta.




lunes, 3 de septiembre de 2012

Siete


En septiembre se cumplen siete años. No es nada. Son maldiciones, bendiciones, es la vida.

Son siete años menos para volvernos a ver.

Siete años de cuentos de hadas y de dragones que escupen fuego.

Siete mil besos, abrazos, te quiero.

Siete mil promesas de soltarte, pero todavía no se si puedo.

Siete silencios después de un viaje por seis infiernos.

Siete es un número de buena suerte, es redondo, es perfecto. Cinco son de mala suerte, de bronca y de enmudecimiento.

Siete son los ángeles que te acompañan, cuatro los parientes muertos.

Siete son un montón de palabras que sobran en este "te quiero". Tres son los "te extraño mucho" que siento en varios momentos. Tres es el día, el único en el que no te recuerdo.

Siete son los pasos más largos después de hacer el duelo. Dos los llantos pelados después de tu entierro.

Siete las sonrisas y revanchas, los recuerdos y los anhelos. 

Una es la vida, la tuya, la que recordándote así no me pierdo.


6 de septiembre de 1.956 - 3 de septiembre de 2.005
Near you always

lunes, 27 de agosto de 2012

Cuestión de peso (o mucha muchacha)

"Tengo un problema con la comida, con la bebida y con la dormida", digo entre risas mientras mamá me mira con cara de "a qué monstruo creé". 

Como raro, bebo rico y duermo poco. Así soy feliz.

Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes | Sábado | Domingo

El calendario de mi teléfono tiene entradas tanto de trabajo como personales con recordatorios divague tipo "bajar la última canción que anoté en el boliche" seguidos de "mandar presupuesto abierto a cliente tal". Sus colores no me ordenan, me alteran. 

En casa, mil notas y mensajes de texto pidiéndole a mamá que me compre las 10 cosas que nunca hay: 
  1. Rapiditas
  2. Finlandia light
  3. Arroz integral
  4. Palta
  5. Atún
  6. Tomate
  7. Rúcula
  8. Zanahoria
  9. Apio
  10. Tabasco
  11. Algo para el postre (leche condensada, dulce de batata o alguna fruta de estación) 


Mamá se desespera porque no como con grasa, me da impresión, porque pido que no cocinen tan elaborado porque no me gusta, pero si paso por Mc Donald´s no me resisto al Big Mac o al Cuarto de libra con queso y sundae de crema y chocolate. Se queja y se ríe y dice que "ser madre no es fácil y es para toda la vida, un negocio de alto riesgo". 

Nos queremos así: locas y sin muchas vueltas. Nos bancamos los mensajes de Facebook, las cadenas de mails con ppts y nos hacemos de medio gurú cuando le pegamos con un buen consejo. Somos madre e hija for ever and ever.

Mamá es la única persona que puede retarme porque no paro nunca y decirme que disfrute y haga todas las cosas que quiera con mi vida porque, hasta donde sabemos, la vida es una. 

Se rie, no entiende, me ve entrar y salir de casa y acepta que le responda a sus preguntas indiscretas: "no te lo pienso decir". Se hace la liberal pero pide que nos quedemos en casa hasta que nos casemos. Y se hace la boluda cuando le recordamos que sus hijos "a los dieciocho años son grandes para hacer nido en otro lado". Manejá la angustia.

Mamá es esa persona a la que le contás lo que sea, que no se espanta y hace de psicóloga de todos mis amigos y amigas. Es una mina que sin tapujos te enseña cómo ponerle un forro a una banana y te lleva al ginecólogo para que te grafique cómo tomar las pastillas. Se banca el llamado de angustia y te manda a hacerte un Evatest "porque estás asustada y por eso no te vino". Sabe que es normal y te obliga a hacerte cargo. 

También es medio bruja aunque vuela bajito. Te dice al pasar como quien quiere la cosa: "es de mujer entendida tener dos velas prendidas para apagar la que brille poco, de un soplo y con mucha fuerza". Es la misma que te ruega que no vuelvas con un pibe porque tenés buen garche porque el sexo con amor existe y te hace chocar todos los planetas.

Por culpa de mamá tengo un problema con la bebida. Me enseñó a tomar rico y bueno, a controlar mis límites, a darme cuenta de que es divertido si sé cuando decir basta. Me hizo responsable de eso como de mi propia vida y es un problema porque saberlo cuesta más y hay que bancárselo. Tener una mamá así es difícil y raro, y es como todo lo que es un lujo: da más satisfacción y es un camino de ida. 


sábado, 18 de agosto de 2012

Tregua sin derrota

Saco una bandera blanca y pido tregua, porque me pesa un poco la vida y el alma luchando esta batalla tan injusta y despareja. Guerra que despeina y desfigura aunque curte y hace fuerte. Guerra que se pelea a costa de valores que se ganan y se pierden.

Si eso no es suficiente para que dejes de dispararme te grito ¡Basta! o ¡Ayuda! si exponerme más te hace falta. Digo, por si mi bandera blanca no te basta para tener un poco de piedad, para que no tenga que poner todo en duda o en jaque, al menos por un tiempo, hasta que entienda cómo están ubicadas las bases en este mapa. 

Ya entendí el fustazo, seco, frío, perfecto. De tus palabras que decís en voz muy baja y de las que no se dicen y viven en nuestras cabezas, intuiciones y memorias. Fustazos que me enredan, me tironean y me confunden. Fustazos que apenas se sienten pero que duelen y queman. Mientras, cada vez me pegan más fuerte, más duro, más cerca de mi carne que ya tiene llagas y que arde tanto que hasta me cuesta respirar y sostener estas lágrimas. 

Y si mi bandera blanca y mi pedido de piedad no bastaran, me hinco de rodillas en el barro frío y contundente. Beso el suelo, mancho mi boca, mis manos y mi frente. Para mi, este gesto no es deshonra, si lo sería mantenerme firme caprichosa. 

De pie, erguida, despreocupada y necia, sería a futuro una mayor derrota.

domingo, 5 de agosto de 2012

Sueños...


Quiero, mucho, esto, y lo tengo acá con vos en una cabaña escondida en medio de un bosque, aunque los bosques me dan miedo. No te pongo cara todavía porque no me animo, pero lo quiero.

Sueño con esta intimidad y con esta transparencia, con hablar bajito, reír mucho y disfrutar de nuestros silencios. Con estar descalza, como estoy acá con vos, porque ya sacudí el polvo de mis zapatos antes de entrar. 

Sueño con escapadas un fin de semana cada tanto, aunque no nos movamos de casa; con chicos corriendo, tuyos, míos, nuestros; con mucho sillón, mucho plumón y mucha siesta en el jardín, al reparo del sol.

Sueño con una vida de hogar. Con una casa cerca del agua, porque la necesito, porque soy tierra y necesito agua para que las flores crezcan; con pisos de madera sin astillas, sin plastificar y lustrados con cera que manchen mis medias, porque mis medias no me importan.

Sueño con chimeneas y estufas, porque soy friolenta y me gusta mirar el fuego; con ventanales enormes, porque la luz sirve para invernar y las ventanas para ver las plantas que cuidadosamente elegimos y aquellas que crecieron solas porque la naturaleza es generosa.

Sueño con  tener lo mío, en armonía, sin quitarle nada a nadie, porque entonces no sería mío, sería de alguien más. Con tener paciencia y cuidado mientras espero, con estar vacía para recibir este regalo tan grande, con no pensar de qué manera me va a llegar.

Sueño con hacer sentir a los que nos rodean que son queridos y valorados por como son, sin violencias ni exigencias, sin tratar de hacerlos a nuestra medida ni a la de nadie. Con darles voz, voto y un cuaderno enorme para que escriban sus propias historias y un par de acuarelas para que las llenen de color.

Sueño también con contar de dónde vengo, de mis vivos y de mis muertos, porque los quiero honrar.  Con hacerles saber a los sabios con los que me crucé, a los maestros, a los pequeños gurúes, todo lo que me enseñaron y también sueño con agradecer a los que sumaron en mi vida al restar, al frustrarme, al presentarme a mi misma lo peor de mí.

Sueño con eso, con que sea simple, tan simple como estar acá con vos, al que todavía no conozco pero intuyo, siento, espero. Pero el miedo es un compañero fiel y cruel que no me abandona y tampoco me deja avanzar con pasos más grandes. Me vas a tener que esperar. 

Y me pregunto por qué trato de huir de mis miedos, si me puedo quedar un rato a solas con ellos, que son míos, no nuestros, como lo hago acá con vos, tan segura y protegida, en esta cabaña, en este bosque, que también me da miedo.

Quisiera dejar que quien hable sea tu silencio, en vez del ruido molesto de mis miedos que te interrumpen sin cesar. Porque tu silencio habla de mi, habla de vos y de nosotros. Tu ausencia me dice que todo está dado para que sea perfecto, aunque estemos lejos de la perfección y eso lo haga aún mejor.

A veces siento que estoy rota por dentro, pero es solo porque me quité pedazos que eran tóxicos, pesados, violentos, injustos, ingratos. 


Y así te espero, mientras me despojo, mientras me voy haciendo más yo, para conocerte más a vos, más a nosotros. 


Y así te sueño, en esta cabaña, en este bosque que todavía me da miedo.


domingo, 22 de julio de 2012

En la Terraza, Let it go

Estoy segura de que todo pasa para que aprendamos algo. Sé que parece simplista, que no consuela y que, aunque quisiéramos que sea distinto, no podemos controlarlo. Podría ser parte del karma, o una causa y su efecto, o que sea una cuestión de energías. Sea como sea, es tan complejo para pensarlo en lo cotidiano, que es mejor gestionarlo de cuajo mientras vamos caminando.

Negocio conmigo misma que la experiencia sirve "para algo": aprender, resolver, procesar, decidir. Retruco a mi resistencia con que, además, va a ser siempre bueno y así me voy capitalizando. Aunque me duela, me resista, me desgarre o me expanda, hacerme cargo de vivir mi vida y aprender la metáfora será por siempre algo bueno.

La vida desequilibra para que ajustemos la balanza. Pero buscar el equilibrio esconde un desafío: aprender a dejar ir, a no retener, a no adueñarse de nada porque nada te pertenece. Todo lo que proviene del exterior es no-usurpable aunque el miedo, la culpa y la idealización haga que desprenderse duela.

Eat, Pray, Love, uno de mis libros preferidos, me iluminó en esto. Liz, la protagonista, vivía atormentada por la culpa de haberse divorciado de su ex marido, al que no amaba. Era la mejor decisión, era un hecho rotundo, pesado y liberador. Él había quedado dolido, no lo aceptaba y la culpaba de su sufrimiento. Después de una masacre legal, ella decidió viajar en busca de su equilibrio. En un templo budista en India, conoció a un ex alcohólico y drogadicto que la confrontaba para acabar con su dolor sin que ella se diera cuenta. Parecía insoportable. Era un tábano socrático disfrazado de gente común y de las peores, un maestro ordinario de esos miles que existen en la vida real y que no llevan investiduras para que el aprendiz lo descubra.

La escena está narrada con una profundidad que transparenta su angustia y, a mi, me dio ganas de llorar. Su nuevo amigo, su simple gurú, le ofreció un bálsamo: que subiera a la terraza en ese atardecer húmedo, deje ir a su marido y que entienda que las situaciones de la vida real son las metáforas con las que habla Dios.

En la película, esta escena muestra un ejercicio para todos los que no sabemos cómo dejar ir. Es un rito de pasaje en el que Liz sube a esa terraza y se imagina a su ex, los momentos felices y los tristes, el día de su casamiento y el de su divorcio y le dice que lo tiene que dejar ir. Se lo representa y le da voz para que le diga que le duele, que la va a extrañar, que todo podría ser perfecto y que no puede soportarlo. Ella lo abraza, lo comprende y hace carne su dolor. Lo acepta y lo sostiene como a un bebé recién nacido. El agua que purifica, el sahumerio que espanta las malas energías, el aceite que bendice y la jaculatoria final es un mantra de cuatro palabras: “Lo sé. Ya pasará”. Así, ella termina su rito de paso y lo libera. Al mismo tiempo, abandona su propia frustración y culpa y le desea  - y se desea - que tenga mucha paz y amor.

Es difícil y, como dice Mamá, muchas veces se tarda en llegar a la terraza porque nos quedamos en el sótano enroscados con la idea de que somos víctimas de las circunstancias y de que no hay nada que podamos hacer para cambiarlas. Estoy segura de que podemos intentar salir de ahí alimentados por el amor propio que tanta mala prensa tiene y por la confianza de que todo pasará. Tal vez dé algún resultado la santificación de una de las situaciones más difíciles a las que tenemos que enfrentarnos para aprender. 

Sería bueno repetir como si jugáramos al Cuento de la buena pipa: "Todo va a estar bien, mejor seguro" porque, en el fondo, todo es perfecto. Dios no es un viejo amargado que nos mandó a la tierra para hacernos sufrir. No es un psicópata narcisista. Mezquinos podemos ser nosotros, no algo que creemos que es "La Perfección".

Creo que la vida es un camino de aprendizaje de lo que significa tener fe y confiar en que todo es como debería ser, porque sino no sería nada. Pero somos hombres simbólicos y necesitamos gestionar y crear nuestra realidad. El mayor desafío es que cuando estemos en un momento de sufrimiento, en el que la estemos pasando mal y nos inunde la desesperación, tengamos la certeza de haber aprendido que todo pasa. 

Para eso sirve la experiencia, al menos como manual de enseñanza.

martes, 10 de julio de 2012

Fe de Ratas

Una vez, me enganché con un garca. Era divino, me encantaba. Era bueno, como las putas, que si no son divinas no son putas. Y lo digo mientras le tiro lucecita blanca, para que no lo sea, porque hago esas cosas, medio buddha, medio naif, medio boluda.

Lo conocí un verano de esos en los que el calentamiento global no había llegado. Hacía calor, no como en este verano que de repente saturó mi timeline de Twitter con mensajes como “Qué #frio que hace #LaPutaMadre, quién apagó el sol? #HaceFrioYEsVerano”. O como cuando es otoño y de repente hacen veinticinco grados.

Era divino y teníamos una relación sanísima. Íbamos al gimnasio, hacíamos un poco de cinta y una rutinita de aparatos para endurecer abdominales y cola. Bah, yo hacía cinta mientras él me charlaba y me hacía reír: el mejor ejercicio. Él no necesitaba estar en mejor forma para ser más garca, pero yo sí para poder comer tranquila y que nadie me dijera eso de que los años no vienen solos.

Pero qué lindo era y qué presente estaba. Todas las mañanas, una canción de amor, de esas medio #cachudas que te calientan un poco el alma. Un “hola”, “muak”, “besos boludín” y a la noche, un par de mensajes, unos mimos en el sillón, un cuarto de helado, del bueno, de ese que podés comprar 2x1 con Club La Nación. No era lindo. Fotografiaba bien y era tan simpático y ocurrente que no importaba si en mi laburo le decían “el feo”, después de tomarme el pelo por las muecas que le hacía a la ventana del chat de mi computadora.

Pero el garca era garca, aunque yo pensara que era un buen tipo pasando por un mal momento, un momento confuso, de crisis, de mierda o qué se yo. No era mentiroso porque tenía piernas y lengua larga, o por lo menos, decía que no me mentía. Sincericida se le dice porque con su sinceridad él se suicida y vos quisieras ayudarlo con un empujón. Ahí lo ves, mientras abre su bocota, parado en la baranda del balcón y decís no con la cabeza, entrecerrando los ojos, como diciendo “no digas nada, no hace falta, te vas a caer”. Aunque es cierto que la verdad te hace libre, pero te hace doler la panza y al principio medio que te hincha las bolas. Una gran paja, de las buenas, de esas que vienen con orgasmo múltiple si te la bancás hasta el final.

Así, un día, un salto, un “cómo serán las cosas que tenía su ganado en el mismo establo, a un par de apellidos de distancia, del italiano al francés”. Eso le conté a mis amigas, a las indicadas, a las que puedo mostrarle la foto de la otra, porque para hacer el proceso, primero tengo que volverme patética hasta hartarme de él, de ella y de mi. Esperaba que me dijeran que era más linda, para asegurarme que la elegía por linda y no porque le daba muchas más vueltas a su cabeza. Y si, parte del patetismo es buscar al menos un consuelo superficial: uno.

Por eso, un día, un comentario, una acotación y san se acabó. San se acabó un carajo en realidad, porque él era un poco recurrente, un loco lindo, aunque mis amigos me digan que es sólo loco, que es garca y lo odien por eso. Pero yo le creía que me quería, cuando me lo decía con ojos tristes como si no fuera él el que estaba con dos minas. Desde aquel día en su casa, cuando me lo contó antes de que la vida metiera la pata en un ámbito sin control. Esa vez que preferí irme a tomar a Starbucks un Latte venti sola, en vez de quedarme a tomar un té para tres, con pan y torta. Me fui no por moralista, sino porque sabía que si cerraba de un portazo la puerta, otra ventana se iba a abrir seguro, aunque alguna amiga sabia me dijo que las puertas se cierran despacio, casi imperceptiblemente y con las explicaciones necesarias para ir livianita por la vida y si te he visto no me acuerdo, que las ventanas se abren igual.

¡Pero qué difícil!, porque me decía que me extrañaba, que no podía manejar la situación, que hacía lo que podía con todo lo que le pasaba, que era mucho… y yo le creía, sabiendo que algún día podía ser distinto pero que ahora quería a la otra también y más que a mí, porque se había quedado con ella; a la vida me remito y a su estado de Facebook también.

Y yo no soy garca, ni tan generosa, aunque soy buena mina y te convido de mi Marroc. Pero compartir pibito no me la banco, soy muy sana y algo celosa, de esas que no te lo dicen pero se retuercen por dentro, como la carne del mondongo, que parece una toalla, así de feo, como el feo también. Y soy rápida y prolija para la huida y siempre tengo a alguien que me ayuda a llevar mi mochila. Amigos se llaman, de esos buenos, que te la cargan un rato, mientras se ríen de las piedras que tenés adentro, las que en algún momento vas a tirar, pero todavía las llevas por las dudas, porque te encariñaste, porque no las podés soltar. Los que te escuchan por vez número doscientosmil que extrañas al feo, que te habló el feo, que el feo se dio una vueltita por tu vida y se fue, que el feo es garca pero te gusta, que hace frio y no tenés al feo para hacer cucharita, aunque todavía no hace frío porque hay calentamiento global y es otoño y hacen veinticinco grados de calor.

Los amigos que llegado al punto te van a decir que odian al feo, que es un mal tipo, un psicópata, un egoísta. Los que te dicen que garca y feo dos veces más garca y más feo, aunque sean las ocho de la mañana después de una noche de boliche, cuando necesitaste irte a tomar un café con leche y tres medialunas para hablar de él, haciendo puchero y sabiendo que vas a tener que correr una hora por los bosques de Palermo para compensar ese revés. Los mismos amigos que te bancan el monotema porque saben que sacarse un mal pibe de encima es como terminar la facultad: cuesta un huevo pero vale la pena. Los mismos buenos amigos que disimulan la sonrisa el día que por fin pudiste aceptar que estás esperando a alguien que podría ser bombero pero no lo es, al menos, no en ese momento. Esos amigos, que te dicen que sigas yendo al gimnasio y que hagas mucha cola, para cuando el feo te vea, se dé cuenta el culo que se perdió. 

Porque es lo único que va a ver de vos cuando te des media vuelta y te vayas sin mirar atrás.




domingo, 1 de julio de 2012

De todas un poco


Tengo un amigo que cayó de cabeza en el lugar común de quién entiende a las mujeres. Le digo, “Yo”, bajando los hombros, tirándolos para atrás y bien lejos de las orejas, como me enseñaron en mi clase de yoga, aunque él nunca lo va a ver porque está del otro lado del chat de mi computadora. Si, todavía uso el chat. Tendría que haber nacido en la época de las cartas y no en esta tan audiovisual que un poco me rompe las pelotas. 

Volvamos a mi amigo. No entiende, no las entiende, no nos entiende. Y yo respiro profundo y me pongo cómoda para contarle lo que yo sé de ellas, de nosotras, de lo que creo que tenemos de todas un poco. 

Me dice que somos todas iguales, unas histéricas, y con eso se fue otra vez de jeta contra el lugar común. Le digo que no somos iguales, que ellos tampoco y de hecho le cuento que tengo mil categorías de pibitos de boliche, como para empezar. Se ríe, me pone un desordenado “jjjajajas” y se que con eso le saqué una sonrisa detrás de tanto berrinche.

Mi teoría es que las mujeres somos muy básicas, pero que con tanta literatura escrita nadie leyó un solo manual. Le digo que está la bomba, la conchuda, la boluda, la #minitah, la #rubia, la #gauchita y le agrego otras que inventó mi hermana Inés, que después ella le va a explicar.

La bomba es la que es bomba. “Mamadera”, dicen los pibes cuando la ven. Puede ser por el escote o por el revés, pero la realidad es que hace tic tac y ella lo sabe. No le jode si no podés sostenerle la mirada o si mientras que te habla de la inmortalidad del cangrejo vos asentís con la cabeza como si te estuviera contando un tratado de física quántica. Ojo, no es boluda; no la hagás sentir un objeto porque la hacés explotar.

La #minitah es la Susanita devenida en canchera, pero que sigue queriendo el Príncipe Azul, que la lleve, la traiga, le suba, le baje, le haga, le deshaga, ah, no, eso no. Es la boluda de la publicidad de Quilmes Lieber que cuenta las proezas de su caballero en caballo de palo de escoba, que de tan azul más que hombre es un pitufo, porque no existe. Bueno, yo le desconfío.

La conchuda es la que si sos bombero, te pisa la manguera y se prende un pucho al lado del tanque de gas. Nunca quiere nada y es una regia con todo lo que tiene, hasta que te ve a vos que como una hormiguita estás armando tu casa, que estás a punto de terminarla y ahí te caga. Porque es tan conchuda que tiene más foco que vos y yo juntas. Es la que si te comprás un blazer divino en el outlet al que se llega combinando el noventa y tres y no sé qué tren, te dice sueltita de cuerpo como las chicas de Activia, que lo vio más barato y a la vuelta de su casa. Terminan mal igual. #BadKarma para ellas.

Está la #gauchita, que para mí es la más buena onda aunque este nombre tenga otra connotación. Es la mina que no es ni trola ni puta, mucho menos histérica. Es la enemiga de ellas, la que toma decisiones y elije todo el tiempo qué quiere hacer y con quién quiere estar. No es histérica, nunca, pero te puede coquetear a full si le gustás. Se ríe de tu chiste aunque sea medio pedorro y tiempo después te confiesa que era malísimo pero que te hacía la gamba para no bajarte de un plumazo la autoestima. 

Ser histérica no tiene nada que ver con el coqueteo. La histérica te dice “si pero no”, algo que no existe con estas gauchitas. La gauchita cuando te dice si es si y cuando te dice no, es no y, si te queda alguna duda no va a tener problema en preguntarte cuál de las dos letras es la que no entendiste. 

Veámoslas en acción. Juro, juro, que esto está basado en hechos reales.

Un chico saca a bailar a una chica en un casamiento. Baile, baile, baile. Vueltita, vueltita, vueltita. Chichoneo gracioso, mano en la cintura, hasta ahí, para afirmarla bien cerca de su pecho. Galán. Venía bien el #pibito, hasta que de repente pide chape. Si, chape, beso, transa, ¡DILUVIO DE SORETES PIBE! Nunca se pide un beso, nunca. Se roba, porque es de esas cosas que mejor pedir perdón que permiso, ¿entendés? Pero no estamos hablando de ellos, así que, por hoy lo dejamos acá. 

Volvamos a que hay un chico y una chica en una fiesta. Él es un grandulón de treinta pirulos. Bailan hasta que le pregunta a ella si le puede dar un beso. Cortemos ahí y analicemos qué pasaría con algunas de nuestras mujeres, de las que tenemos de todas un poco.

La #minitah no fue a este casamiento o si fue, ya está con su novio, o sobria bailando al lado de la novia haciendo el pasito de “La isla del sol”. Perdón, me aburren un poco las #minitahs.

La #conchuda, es tan conchuda que no deja que te quedes sola con él. Antes de que te haya puesto la mano en la cintura, te tiró una copa de vino encima y salpicó un poco la camisa del pibito. A vos te dejó fuera de juego en medio minuto y a él lo tiene frotándole su servilleta mientras caminás al baño para ocultar el Gremlin en el que te convertiste. Fin de la historia. Igual, no desesperes, un pibe así mejor perderlo que encontrarlo y ese será el #BadKarma de ella.

Llegamos a mi preferida: la #gauchita. Ella a este le dice que no y mantiene su postura hasta el final, aunque él la amenace con que no sale con quien no haya chapado antes, true story. Ella lo mira y sin sarcasmo ni pena le dice: “ok, gracias, pero no”, porque es sincera y educada y si después se lo cruza por la calle también lo saluda. Obvio que puede hacerlo si quiere, convengamos que estamos hablando de un beso y no de mandar un cohete a la luna, pero esta gauchita le dijo que no y es no.

La #histérica, por último, le dice no pero después de un poco de insistencia le regala un beso. Quiere que antes él le ruegue un poco, que la siga chichoneando, que le haga sentir que ella tiene el poder. La realidad es que además de histérica es medio putona si piensa que chapándoselo le está haciendo un gran favor. Puede ser también la que antes lo educa de por qué no tiene que pedir un beso, aunque él ya lo sepa porque tiene treinta años y es tremendo boludón. Ojo, esta mina también le hierve el conejo y si se van a dormir juntos después de la fiesta, antes lo obliga a bañarse o a lavarse con agua fría los pies. 


viernes, 29 de junio de 2012

La vida y los espejos

Así Dios nos enseña las cosas, mostrándonos a nosotros a través de espejos: personas, situaciones, cosas, acciones. No son "otros" somos "nosotros" vistos en el reflejo. ¿Podría Dios escribir un libro y hacérnoslo más fácil? Si, ya escribió uno o varios, y no los leímos mucho ni tampoco los entendimos. 

Dios podría también masticarnos la comida y ponérnosla en la boca, pero nos quitaría la libertad, la posibilidad de hacer con nuestra vida una "vida llena de vida". 

Hay que mirar los espejos sin apresurar las conclusiones, dejando que los detalles resplandezcan según cómo les dé la luz en los distintos momentos del día, de la vida, de nuestra vida, de tu vida. Mirarlos y aprender, de lo que vemos, de lo que sentimos, de cómo nos reflejamos en ellos.

Esto lo escribí hace un poco menos de un año. Mi vida era bastante distinta y bastante igual. Hoy, escuchando a un "Maestro"que se apareció sin permiso pero con una razón, me doy cuenta de que es porque mi vida es un reflejo de lo que fui creando a través de mis estructuras, de mis creencias, de lo terrorista, o no, que puede ser mi cabeza. 

Fui rezando un paradigma que asegura que afuera están todas las respuestas, que depende  de otro la "solución". Este maestro se me caga de risa y me invita a encontrarla en mi interior porque creer que algo de afuera me puede curar es creer que algo de afuera me puede salvar y eso es una ilusión que me deja prisionera de mi misma, de tomar mis decisiones (con todo lo que me gusta tener la libertad para decidir). 

Este Maestro me dijo que sólo hay un milagro en la vida y es ser plenamente conscientes de que somos creadores de nuestra propia realidad. Que no nos damos cuenta de que Dios favorece nuestro libre albedrío dándonos razones, espejos, situaciones, para que creamos que lo que pensamos es verdad. Si creemos en el sufrimiento y la separación, la vida nos traerá mucho de eso; si creemos en la abundancia y en la unidad, mucho más. 

Por eso, hay que aprender a sentir y pensar diferente, librándonos de juicios y egos, sabiéndonos creadores de todas las situaciones que estamos viviendo. Ya lo decía Carl Yung: "La enfermedad es el esfuerzo que hace la naturaleza para curar al hombre". No esperemos a enfermarnos para sanar.

(Si querés escuchar a este "Maestro"hacé click acá)

martes, 19 de junio de 2012


"Amen con sinceridad y ternura a los vivos y, a los muertos, hónrenlos con sus vidas"
@meryalbinati

sábado, 16 de junio de 2012

Confiar el Birrete


Felíz día, Pa. 

Terminar preescolar fue la primera bisagra que recuerdo haber vivido: poner fin a una etapa y entender que la vida se reconstruye a partir de los momentos importantes. Lo descubrí a los cinco años, tomando mi primera decisión vital: ir al acto de fin de año con papá.
Era un día de sol, cálido, con una leve bruma, típico de las madrugadas en el Conurbano Bonaerense. El sol, que se veía a lo lejos por la ventana, todavía no había calentado la tierra como para que desapareciera la humedad. Convenía no pisar el pasto. Tenía cinco años y ya sabía esas grandes verdades.
Estaba sentada en la cocina, mirando por la ventana lo que llegaba a ver del jardín, porque por mi altura no lo veía todo. Mientras, parte de mi familia se despedía y mi mamá volvía a preguntarme: "¿Estás segura de que querés ir con Papá?". Dije sí, con la cabeza haciendo medio puchero, y agradecí por dentro que me dejara elegir. Valoro mucho la libertad.
Terminé de desayunar con él, que era el privilegio más grande porque nunca se despertaba tan temprano, y me fui a poner la ropa que me habían dejado separada. Papá, entre tanto, se bañaba y afeitaba para darme besos sin pinchar, todo eso, "en cinco minutos". 
Su estilo era vivir la vida con velocidad a pesar de la parsimonia de sus tiempos. “En diez minutos estoy y en veinte llegamos al colegio” le juraba a mamá que descreída le advertía que se tardaba cuarenta con el transporte escolar.
Salimos tarde. El viento que entraba por la ventanilla de su BMW alborotaba mi pelo tan delicadamente arreglado y encintado. La raya al costado y el flequillo hecho trenza que despejaba mi cara se había convertido en peinado de Troll. Mi primer mal humor. Papá, intentaba que yo me relajara, disfrutara del momento juntos y que no perdiera la fe en él. Ponía altísimo el volumen de "Should I stay or should I go", mientras me hacía gestos de rockero ochentoso. Él quería cumplir su promesa de que yo tuviera la toga, el birrete y el diploma.
Los vacíos de mi memoria son agujeros de colador que hacen que la imagen no sea tan nítida, como si fuera un sueño. Del auto paso a estar en brazos de él, llorando con congoja por no poder tirar al aire mi birrete con el resto de mis compañeritos. Miles de abrazos y sobre-estimados consuelos, besos suaves, muchos y seguidos, pero que me molestaban igual. Papá ayudándome a tirar mi birrete con fuerza, como si fuera lo mismo, y yo haciendo fuerza para abajo para hacerlo enojar.
Confiar de nuevo era parte de la etapa que comenzaba, como si fuera válida una decepción por cada ciclo de la vida. Ésta, al igual que no pisar el pasto húmedo, es una gran verdad que anoté en un post it para tenerla a mano cuando piense que alguien realmente puede llegar a ser infalible.
Mi papá vivió una vida a toda velocidad y cumplió su trato de decepcionarme en cada ciclo, probando mi capacidad de volver a confiar en él. 
La misma bruma de aquél día apareció una mañana, un sábado de septiembre, cuando me dijeron que ya no iba a tener a mi papá. Hoy, que ya pasaron un par de años, sé que me dejaría defraudar, me volvería a enojar y lo volvería a perdonar.

6 de septiembre de 1.956 - 3 de septiembre de 2.005
Near you always

jueves, 14 de junio de 2012

Discurso de Graduación



Hoy festejamos los 20 años de mi facultad. Yo pasé por ahí, 4 años divinos de mi vida. Esto lo leí el día que me dijeron: "por suerte no te vamos a ver más, estás recibida". 


Después de 4 años compartidos, llegó el momento de dar vuelta una página que sin duda tiene mucha palabra dicha y también por decir.

Función bárdica del lenguaje, experiencia vicaria, hermenéutica, fuentes pertinentes, paradigmas inmanentes y trascendentes, aguja hipodérmica y agenda setting, son algunas de las palabras que aprendimos en esta facultad. Desde ya que hay muchas otras que no recuerdo, pero confío en que cuando me reencuentre con ellas me despertarán una sonrisa (también espero que, alguna vez, alguien les haga marketing y las ponga en un rollo de cocina o de papel higiénico).

Disculpen si no se nota mi emoción, hay cosas que no cambian y ser expresiva no es mi fuerte. No porque lo haya dicho cierta profesora al inicio de esta carrera, es que simplemente soy así. Por suerte en esta clase que hoy se despide, muchos nos han sorprendido con sus extravagancias, imitaciones y actuaciones. No solo en momentos de dispersión sino en realizaciones académicas en las que han desplegado todos sus dotes artísticos… ciertamente, no fui uno de ellos.

Realmente creo que somos una clase beneficiada por las circunstancias. No sólo porque fuimos con el Tincho Grozs sino porque sabemos donde esta Osama Bin Laden. Además sabemos pronunciar correctamente el nombre de eminencias académicas como Wazlawick o, por que no, del presidente iraní - aunque teniendo a Gerardo cerca no sé si me animo a decirlo-: Ahmadinejad, es así, ¿no? Y ahora conocemos países nuevos como La España Del Bisonte.

En cuatro años, estos profesores nos enseñaron muchas cosas que son imprescindibles para nuestras vidas. No solo a escribir correctamente, sino también a hablar. A decir decentemente palabras como “muslos” y a que la “ye” no se pronuncia ni como se hace en zona norte ni en zona sur. Cosas vitales para abrir la cabeza. Además, nos impulsaron a ser creativos mediante el análisis de casos como el de Niyasov, el presidente del país lejano de Turkmenistán que construyó un palacio de hielo en medio de un desierto de 50 grados a la sombra. La creatividad en tiempos de crisis es imprescindible (por no decir que es clave, que es una palabra baúl).

Enfocándonos en nuestro contexto, sabemos que estamos viviendo tiempos de crisis. Sin embargo, nos animamos a salir a este mundo con las mismas sensaciones con las que empezamos nuestra carrera universitaria: ansiedad, miedo, emoción, excitación… aunque algunos pensemos que entramos totalmente relajados.

Algo que allá en el 2005 era tan lejano, hoy es realidad, “we did it”. Pero no tenemos que olvidar el camino recorrido. Los primeros nervios pre-parcial, aun cuando fuera una materia que hoy subestimamos. La Trimurti. Los primeros esquemas que intentaban explicarnos el ABC de qué es la comunicación. Esquemas que una vez comprendidos serían desafiados por el profesor siguiente, léase Luciano Elizalde. Ruido.
Entender los axiomas de la comunicación, era un todo, un imposible. Ser concientes de ellos en la vida real, un logro. Ser responsables cuando comuniquemos, nuestro próximo desafío.

Espero no pecar de idealista al pensar que la comunicación puede hacer de este mundo un lugar mejor. Que en eso radica nuestra ética, ética que no está en los libros, sino en el contacto y en la relación que forjemos con un “otro”, tan persona como nosotros. Que comunicarnos puede ser la gran terapia que le falta a este siglo que acaba de empezar, aunque no sea la cura de todos los males.

Hoy nos graduamos. Tendremos nuestros diplomas y podremos quemar el del colegio secundario.

Deseo que nos pasen muchas cosas que nos muevan tanto hacia el esfuerzo como fue esta facultad. Deseo que sintamos nuevamente ese revuelo pre-final, donde las horas volaban para después suspenderse una vez que salíamos de rendir. Deseo que tengamos muchas ocasiones de festejar y que la imagen que se nos aparezca sea la de nuestro “día de la espuma”.

Que juntos o separados, en realidad virtual o personal, en web 2, 3 o 5.0, emprendamos cosas buenas, solidarias y responsables. Que no haga falta que nos dibujen un barquito de virtudes para saber que somos virtuosos. Que no haga falta leer autores de renombre para poder citar con autoridad. Que podamos expresar libremente nuestra opinión y dejar que otros que piensan distinto también lo hagan, acercando nuestros horizontes de precomprensión (otra palabra de este librito).

En suma, espero que no perdamos nuestro impulso y que ese impulso esté bien orientado. Que no nos mareemos creyendo que nuestra carrera implica cegarnos como los caballos, sino todo lo contrario, abrir nuestra mirada todo lo que podamos. Si esto no hubiera sido así, no existiría un grupo de Facebook que quiere conocer a Alcat, ni hablar de ese otro grupo que se gloría porque estudió con un resumen de Tincho Grozs (que ya es una eminencia y tiene un himno y todo).

Entonces, seamos agradecidos y actuemos en consecuencia, “siempre, siempre, siempre”. Somos personas que tuvimos la suerte de poder instruirnos y esta es la base más profunda de nuestra responsabilidad con el mundo que nos toca vivir, esto si que K-ve destacarlo.

Para terminar, quisiera que recordemos a quienes pasaron por este camino y que hoy ya no están. A cada uno se le aparecerá un nombre distinto en su cabeza, por eso prefiero no hacerlo singular. Desde primer año vivimos cosas importantes: noviazgos y rupturas, accidentes y recursadas, muertes, casamientos y nacimientos… bah, la vida misma que nos formó tanto o más de lo que esperábamos. Esto también integró a nuestro grupo a pesar de nuestras aparentes diferencias. Obviamente que había buena tela para cortar pero, otra vez, nos hizo más “personas”.

Alguien muy sabio me dijo una vez que si quiero caminar rápido voy a tener que caminar sola, pero si quiero caminar lejos, me conviene hacerlo acompañada. Para mi estos 4 años dan cuenta de lo lejos que llegamos y estoy segura de que todavía hay mucho más camino por recorrer. Espero que lleguemos muy lejos, espero que lleguemos acompañados, siempre.




24 de febrero de 2.009

miércoles, 13 de junio de 2012


Hoy es el día de #SanAntonio. Si le vas a pedir un novio, pedile que sea bueno que a los garcas te los encontrás solos.
@meryalbinati

martes, 12 de junio de 2012

lunes, 11 de junio de 2012

El mundo sin mí

Espero no estar nunca en una trinchera, mucho menos, morir en ella. Ni literal ni figurada: no quiero vivir ni en guerra ni en luchaNo soy hedonista y, si quiero, me banco el sufrimiento, pero mi vida ya tuvo en pocos años - algunos más del cuarto de siglo cliché – de todo esto, lo suficiente. 


Soy una católica hereje que se niega a que la vida sea un valle de lágrimas. Un valle si, pero, salvo que la lágrima sea el símbolo del agua más pura, del agua que brota y limpia las heridas, es una imagen que no me cierra. 


Con tanto movimiento me convertí en una optimista a ultranza. No quiere decir que mi pensamiento automático sea “todo va a estar bien” porque, mientras que estoy en el barro de mi vida, lo primero en que pienso no es en el confort del baño caliente. Ahora sí, después de un poco de baile patero veo los resultados de haber hecho el proceso. 

Por eso, sería una lástima que el mundo se quedara sin mí. Decirlo es pedante,  pero pondría las manos en el fuego – post mortem, mejor – en que mis conocidos me extrañarían.


Dicen que soy divina y soberbia, tenaz y auténtica, transparente y frágil, rubia y concheta. Insoportable, un lugar común si alguna vez discuto, yo diría apasionada. 



A pesar de todo, la vida me trató con dulzura y ese es mi más fuerte deseo de retribución. No todo es tan complicado, ni tan trabajoso, ni merece tanto sacrificio. No tengo paciencia para bancarme los martirios y rebusques, y me dicen los viejos que por eso muchas veces no llego a ver ciertos frutos. Frutos viejos y podridos, creo yo. 

Elijo mis batallas y las lucho con rosas o cualquier otra flor, dulce, bombón o fijador. Nada de rifles, ametralladoras ni escopetas, ni siquiera un fierrazo, piedra o misil. A la piña, una caricia; al insulto, un abrazo; al proceso, mucho amor y a la vida, una sonrisa. Del otro lado y de este lado, siempre hay una persona, dentro o fuera de una trinchera



Mientras tanto, rechino los dientes, pongo la otra mejilla y tomo el diente por diente. Si, el diente por diente: me sacan un diente, te saco un diente, un diente, una sonrisa, un abrazo, una caricia, ¿acaso el diente tiene que ser otra cosa? El diente está en la boca y de la boca no sólo salen insultos, palabras ofensivas o mentiras… también salen cosas creativas.

No peco de ingenua ni de hippie idealista, solo que el camino me mostró que “esto también pasará”. Se lo dijo una vieja a mi prima una vez que lloraba triste en la calle, ella a mi y yo a ustedes: el mundo sin mí, se pierde de esto, y gracias a la vida esto también pasará.